Los programas de mano de la Orquesta Sinfónica de Xalapa: Dos ejemplos estilísticos en las notas al programa
Las notas de Juan Vicente Melo y Guillermo Cuevas
Compra discos, lee biografías de músicos, colecciona programas de mano. Por sus venas circula música. Y muchas veces ama aún más la música que los propios músicos.
Pero llora en vez de tocar.
El melómano, Eusebio Ruvalcaba
Es probable que la música no pueda ser explicada con palabras, que sólo se pueda explicar por la música misma. Sin embargo, parte del gozo de escuchar música está en poderla, y saberla, contextualizar, comprendiéndola también como un mapa cifrado de las culturas humanas, de su pasado, presente y futuro. Es así que la música, arte de las combinaciones sonoras pero también el arte de descodificarlas y resignificarlas, se apoya desde mediados del siglo XIX en un soporte físico que desde entonces ha nutrido la experiencia musical del oyente, especialmente de la música de concierto: el programa de mano. Más allá de un simple souvenir cultural o del cuadernillo que nos indica las piezas del recital o concierto en turno, el programa de mano se ha ido consolidando como un soporte contenedor de arte visual, tipográfico y literario. En sus páginas se suelen plasmar grabados, reproducciones pictóricas, ilustraciones o fotografías de la época musical evocada, revestidas de un diseño gráfico y editorial que bien puede representar desde una estética oficialista y anodina hasta un lenguaje visual moderno o vanguardista; y qué decir del contenido literario que, en el mejor de los casos, puebla varias páginas con un género híbrido, donde el ensayo, la crítica, el contexto histórico, la poesía y muchos más elementos se combinan en lo que hoy llamamos notas al programa de mano.