Leonard Cohen, lorquiano
La influencia de la poesía de Federico García Lorca en la obra de Leonard Cohen
El 17 de octubre de 2016, el semanario The New Yorker publicó un largo artículo sobre Leonard Cohen en el que el cantautor afirmaba haber tenido un gran cambio en su vida y que este había consistido en la proximidad a la muerte, se declaraba además preparado para morir. Cuatro días después se publicaba You want it darker, el que fuera su último disco: sombrío y religioso, ambas características presentes en muchas de sus mejores canciones. En la canción que da título al álbum, Cohen confiesa: “Hineni, hineni / I’m ready, my Lord”, “Estoy preparado, mi Señor”. Se trata de un disco lleno de metáforas sobre la desaparición y la muerte. El día de la presentación del álbum, ante la prensa internacional, Cohen se retractó de sus anteriores declaraciones y, con su deliciosa ironía, dejó en claro su intención de vivir para siempre. Un par de semanas después, el 7 de noviembre de 2016, moría en su casa, a los 82 años, una muerte pacífica como su vida y su temperamento. Cinco años antes en la ciudad española de Oviedo, recogía el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, y en un discurso encantador recordó la importancia de la cultura española en su obra, especialmente la poesía de Federico García Lorca: “Todo lo que hayan podido encontrar de favorable en mi obra procede de aquí. Todo. Todo lo que hayan podido encontrar de favorable en mis canciones y en mi poesía está inspirado por esta tierra”.
En 1949, a los quince años, Cohen se topó con la poesía de Lorca en una librería de segunda mano en Montreal, donde abrió por casualidad una antología del poeta y leyó: “Through the Arch of Elvira / I want to see you go, / so that I can learn your name / and break into tears”, la meditativa visión del granadino y sus poderosos versos calaron en Cohen definitivamente, aún sin la musicalidad del idioma original: “Por el arco de Elvira / quiero verte pasar, / para saber tu nombre / y ponerme a llorar”. Según Cohen, irónico, estos primeros versos de la “Gacela del mercado matutino” destruyeron su vida, su pureza. Diván del Tamarit, libro que contiene el poema, fue escrito en 1934, el año de nacimiento de Cohen. En Lorca encontró una voz que le permitió descubrir la suya, lo ubicó poéticamente, le invitó a habitar su mundo, onírico y surrealista, le enseñó que la poesía puede ser pura y profunda y al mismo tiempo popular. Un año después de este descubrimiento, a los dieciséis años, comenzó a escribir poesía seriamente. En Conversaciones con un superviviente[1], Alberto Manzano, el biógrafo español de Cohen, recoge testimonios ineludibles de esta pasión:
Desde que descubrí a Lorca, supe que iba a ser escritor… Lorca me había llevado al gran timo de la poesía. Me educó, me enseñó a comprender la dignidad del dolor a través del flamenco, a través del baile de un gitano y una gitana. Gracias a Lorca, España entró en mi mente, y luego me sentí avivado por el movimiento de las canciones populares izquierdistas de la Guerra Civil Española. Porque ¿sabes?, mi mitología personal del valor y el coraje son la Guerra Civil Española y la resistencia francesa. Estos son hechos que quizá la generación actual olvida, pero creo que las emociones continúan siendo válidas.
Veinticinco años después del descubrimiento de Lorca, Cohen le dedicó su primer concierto en España, en el Palau de la Música de Barcelona. Al salir a escena dijo: “Mi guitarra ha llegado casa” y anunció que acababa de tener una hija a la que había puesto el nombre de Lorca, Lorca Cohen. En 1986, a los cincuenta años del asesinato de Lorca, la discográfica CBS España publicó el disco Poetas en Nueva York. Para este proyecto, Cohen versionó el poema “Pequeño vals vienés” del granadino, lo tituló “Take this waltz.” Más tarde confesaría que la adaptación le costó 150 hojas y una depresión.
El poema de Lorca comienza así:
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.
Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.
Cohen lo adaptó así[2]:
Now in Vienna there's ten pretty women
There's a shoulder where Death comes to cry
There's a lobby with nine hundred windows
There's a tree where the doves go to die
There's a piece that was torn from the morning
And it hangs in the Gallery of Frost
Ay, Ay, Ay, Ay
Take this waltz, take this waltz
Take this waltz with the clamp on its jaws
This waltz, this waltz, this waltz, this waltz
With its very own breath of brandy and Death
Dragging its tail in the sea
Sigue Lorca:
En Viena hay cuatro espejos
Donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.
A lo que Cohen replica:[3]
There's a concert hall in Vienna
Where your mouth had a thousand reviews
There's a bar where the boys have stopped talking
They've been sentenced to death by the blues
Ah, but who is it climbs to your picture
With a garland of freshly cut tears?
Ay, Ay, Ay, Ay
Take this waltz, take this waltz
Take this waltz it's been dying for years
Cohen llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de que el mundo romántico se había acabado y para él este poema expresaba a la perfección esta idea.